Casualidad y causalidad. Dos palabras muy parecidas desde el punto de vista semántico, pero casi opuestas en cuanto al contenido que expresan.
Parónimos: ¿Qué son?
En nuestro idioma existen palabras que son semejantes en el sonido, pero se escriben de forma diferente y tienen significados disímiles.
A esta circunstancia se le denomina paronimia, y a las palabras incluidas en esta analogía parónimos.
Algunos ejemplos son descinchar (soltar las cinchas) y deshinchar (desinflar).
Adaptar (ajustar) y adoptar (adquirir), especia (condimento) y especie (clase), prever (pronosticar) y proveer (suministrar), etc.
En algunos casos se suele confundir el significado de determinados parónimos que, como hemos explicado, aun cuando se parezcan en su sonido, no expresan lo mismo, existiendo diferencias relevantes en su aplicación.
Casualidad y causalidad.
Este es el caso de casualidad y causalidad.
Dos palabras muy parecidas desde el punto de vista semántico, pero casi opuestas en cuanto al contenido que expresan.
Casualidad se refiere a la combinación de circunstancias, sucesos y situaciones que ocurren fortuitamente y que no pueden preverse.
Causalidad expresa la vinculación entre una causa y su efecto, la relación entre acontecimientos, comportamientos o actitudes y los eventos o sucesos a los que dan origen.
De tal forma, lo que ocurre por casualidad no tiene una procedencia conocida y determinante, no es previsible.
En cambio, lo que ocurre por causalidad es resultado de la relación causa-efecto, donde el último depende del primero, no es fortuito.
Ambas palabras se utilizan para expresar el tipo de relación existente entre hechos y acontecimientos, sin embargo, la casualidad se asocia a la incertidumbre y la causalidad a la seguridad de la ocurrencia o no ocurrencia de los hechos.
Causalidad y casualidad con ejemplos.
Para que quede del todo claro, que en un sorteo de 100 números posibles resulte ganador el digito que coincide con el número favorito del presentador, es una casualidad.
Que un evento se desarrolle exitosamente después de que los organizadores hayan dedicado muchas horas de trabajo a la planificación de éste, es una causalidad.
Que un alumno estudie solo un punto de un temario y apruebe porque en el examen le haya tocado únicamente preguntas sobre ese tema, es casualidad.
Que otro alumno estudie sistemáticamente, entienda y aplique los conocimientos y teorías adquiridos y apruebe el examen, es causalidad.
Ganar un sorteo apostando al número favorito, aprobar sin estudiar todos los temas… seguramente sea una casualidad. Incluso podemos asignarle esa otra palabra tan manida: suerte.
La causalidad de tus acciones.
Lo que no es casualidad es el resultado del esfuerzo bien encaminado.
Las horas de estudio utilizando técnicas eficaces, la planificación y organización consciente de eventos y acciones.
El buen desempeño debido a la formación y la dedicación, la generación de climas positivos debido a la colaboración.
Que los que te rodean estén dispuestos a ayudarte, que tus compañeros y colaboradores quieran trabajar contigo.
Que cuando tengas un problema y te sientas “hundido” reacciones y te levantes, que crezcas cada día como persona y como profesional.
Todo ello es el resultado de tus comportamientos, tu actitud y tus acciones. No es suerte. Es causalidad.
¿Suerte, causa o efecto?
Hay personas que atribuyen a la suerte todo lo que les sucede, lo que reciben o no reciben.
Una gran parte del desarrollo de su vida la asocian con hechos fortuitos. Sin tener en cuenta el factor decisiones.
En alguna medida hipotecan su existencia a una sensación constante de casualidad. Buena o mala suerte.
Es cierto que existen muchas variables ajenas a nuestra voluntad que influyen en los sucesos y eventos que nos acontecen.
Por otra parte, con frecuencia a un efecto corresponden diversas causas.
También es innegable que no siempre podemos conseguir todo lo que nos proponemos, ni es posible alcanzar todas las metas que nos tracemos, aun cuando las soñemos con anhelo.
Este tipo de frases grandilocuentes como “si quieres, puedes” han sido construidas para motivar sin embargo no son aplicables a todos los contextos.
Pero sí podemos gestionar nuestros destinos en gran medida y en casi todas las situaciones.
Aun cuando no siempre podamos elegir lo que nos ocurre, sí podemos decidir cómo actuar ante los diferentes escenarios de la vida.
Incluso muchas de las circunstancias que en principio pueden parecer casuales, en alguna medida las hemos generado con nuestras decisiones y comportamientos.
Nuestras acciones.
En la vida hay menos acontecimientos fortuitos de los que con frecuencia consideramos.
Una gran parte de lo que nos afecta depende de algún modo de nosotros.
Todo, o casi todo, está ligado a nuestras acciones.
En mayor o menor medida todo lo que ocurre a nuestro alrededor y que influye en nosotros, está relacionado con nuestras decisiones y comportamientos.
Por ello es tan importante diferenciar lo que es casual de lo que es fruto de nuestra huella.
Si no distinguimos la relación existente entre nuestras actuaciones y la obra que nos rodea podemos perder la guía sobre nuestras vidas.
Llegaremos a ser víctimas de lo que nos rodea, de la casualidad y de la mala suerte.
Emitiremos constantemente a nuestro cerebro pensamientos negativos y limitantes que nos llevarán a la inacción, al conformismo y a la crítica sin sentido y muy probablemente a la pérdida de autoestima.
No lo dudes. Aun cuando suenen parecido no es lo mismo casualidad que causalidad.
Si no te decides a perseguir una meta, nunca la lograrás.
Si no dedicas tiempo y energía a unir partes, no construirás obra alguna; si no te preocupas por los que te rodean, no se preocuparán por ti.
Si no te pones de pie, abandonas el pesimismo y la desesperanza y das el primer paso, siempre estarás inmóvil.
No es cuestión de suerte, no es casual que solo avanzan los que se ponen en movimiento.
¿Pato o Halcón?
Un conferenciante visita una ciudad donde se desarrollará un congreso internacional.
A su llegada al aeropuerto toma un taxi para que lo traslade al hotel donde se hospedará.
Desde el inicio, el conductor lo sorprende positivamente, baja del coche y le abre la puerta y le da la bienvenida.
Unos minutos después de ponerse en marcha, le ofrece una botella de agua y le pregunta si quiere escuchar música, estar en silencio o que le vaya describiendo algunos detalles interesantes de la ciudad que verán durante el viaje.
El consultor, que se había percatado de la limpieza del vehículo y de la amabilidad y actitud del taxista, fuera de lo común, le pregunta:
– “Perdone, he visto lo amable, observador y oportuno que es usted con todas las atenciones que ha tenido.
Incluso, al percatarse de que no soy de aquí, se ha ofrecido a explicarme algunos datos interesantes de su ciudad.
Estoy agradecido y muy positivamente sorprendido, ¿es usted siempre así en su trabajo?”
A esta pregunta, el taxista responde:
– “Ahora sí, pero antes no era de esta forma.
Antes estaba prácticamente todo el día quejándome de mi mala suerte, de los atascos, de la mala educación de los pasajeros, del mal tiempo, casi todo me molestaba y me parecía que todo lo malo me pasaba a mí.”
– “¿Y qué sucedió para que cambiara tan drásticamente?” Preguntó el conferenciante.
“Un día, durante mi jornada de trabajo, recogí a un pasajero parecido a usted. Iba con traje, con una maleta y se dirigía a un hotel conocido por los eventos y reuniones que se desarrollaban en sus salas.
Comenzó a llover y yo, como siempre, comencé a quejarme.
Ya verás, esta lluvia solo sirve para ensuciar los coches, etc.
Luego continué quejándome de los atascos, de las horas a las que llegaban los aviones y los pasajeros, de todo el tiempo que llevaba esperando en una interminable fila en el aeropuerto y de mi mala suerte.
Entonces el cliente al llegar el hotel, antes de bajarse, me dijo: – “mire, yo vengo a un encuentro internacional donde algunos expertos hablarán de las actitudes y los comportamientos que nos hacen crecer y los que nos limitan.
Nos han entregado este pequeño folleto con una historia y varias reflexiones que le podría resultar interesante, se lo regalo, por favor léalo.””
– “¿Usted lo leyó?” – le preguntó intrigado el conferenciante.
– “La verdad que cuando me lo entregó no le hice ningún caso.
Pero al llegar a casa tomé el folleto para hojearlo si no había nada interesante en la tele. Así que antes de irme a dormir me puse a leerlo, y me atrapó.”
– “¿De qué trataba?”
-“El resumen era una reflexión a modo de historia donde decía que las personas se dividían según su comportamiento ante el trabajo y los problemas en dos tipos: Los patos y los halcones.
Los patos, cuando surge la más mínima complicación corren y revoletean a la vez que graznan constantemente CUA, CUA, CUA…
En cambio, los halcones ante un problema toman altura, lo observan y analizan buscando una solución, hasta que bajan en picada a resolverlo.
¡Era increíble cómo me sentía reflejado en el tipo pato, todo el día CUA, CUA, CUA!
No hacía nada, sólo quejarme de mi mala suerte y de todos los problemas que me ocurrían.”
-“Y decidió cambiar”, dijo el conferenciante en una especie de mezcla entre afirmación y pregunta.
-“Pues sí.
Después de imaginarme constantemente graznando, sin hacer ni una sola acción para cambiar mi vida.
Y después pensar en cómo se sentían los que me rodeaban escuchándome todo el día CUA, CUA, CUA, decidí que poco a poco tenía que dejar de ser pato y hacerme un halcón.»
-“¿Y cómo le va desde entonces?”
-“Limpié el taxi, desde entonces lo limpio todos los días. Siempre tengo prensa, compro botellas de agua para ofrecer a los clientes.
Soy amable. Observo y le preguntó al cliente qué prefiere. Diseñé unas tarjetas con mis datos.
Enfrento los problemas de otra manera, ya no me quejo…
Desde entonces he aumentado considerablemente mis ingresos, muchos clientes me llaman para que los traslade, trabajo menos horas y disfruto mi trabajo… ya no tengo mala suerte, jaja.”
Rieron los dos.