En las empresas, como en la vida, toda decisión tiene consecuencias, y no una, dos o tres, a veces muchas e importantes consecuencias. Claro está, en dependencia del tipo de decisión el impacto puede ser menor o mayor, pero todo lo que se ordena u orienta en alguna medida cambia a la organización. Incluso hay decisiones de tal calado, que como un huracán recorren todos los departamentos o áreas, procesos, procedimientos, y cada metro de la empresa dejándola totalmente trasformada. Tras una decisión tomada por la dirección, la organización puede quedarse debilitada o fortalecida.
Cada decisión tiene varias dimensiones.
La empresa es como un ser vivo, donde todos los componentes están relacionados. Un conjunto en sinergia, en el que cada parte depende de las otras: estructura, procesos, personas, imagen, valores y cultura. Por ello es tan importante cada decisión que se toma, porque tiene varias dimensiones. Un cambio en el área financiera afecta a los otros procesos, también a aquellos que parece que no están muy relacionados con el cuadro de mando, el balance o el cierre del ejercicio. La apertura o cierre de una línea de producción puede influir en el clima laboral. El desarrollo de un proceso de selección probablemente incida en el sistema de retribución o en la escala jerárquica. La gestión de un proceso formativo en el desempeño, la creación de espacios para la participación en los niveles de productividad, etc. Todos los elementos están relacionados entre sí.
Por ello cada decisión trasciende al entorno específico donde se genera, y perturba al resto de los componentes. Cualquier decisión que se tome en una empresa, afecta sobre todo a las personas que conviven en ella. Sea cual sea la naturaleza de la disposición, orden, normativa, cambio o mejora; como queramos llamarle, en la empresa todas las decisiones afectan a su personal.
Las decisiones humanas en la empresa afectan a las personas.
Todo director debe conocerlo, antes de decidir debe analizar en toda su extensión el alcance de su decisión, el impacto que puede tener su orden no solo en los resultados expresados en números y en el retorno de la inversión, sino también en el personal, sin duda el motor de la empresa.
El desarrollo de las empresas parte de las personas.
Soy consciente de que hay situaciones donde solo parece importar cuánto se vende y cuanto se gana. Son momentos en los que se pone en juego el crecimiento de la empresa, quizás su supervivencia, pero aún en estos momentos no se debe olvidar las diferentes dimensiones de cada decisión. Aún en los momentos de crisis, cuando probablemente los directores tengan los ojos agotados de tantos balances y formulas y las ideas atrapadas entre euro y euro, no deben actuar sin tomar en cuenta la dimensión humana de las decisiones. Esa dimensión que no se puede controlar ni expresar directamente con cifras. La dimensión relacionada con el compromiso, la motivación, la dejadez o la apatía de los principales protagonistas del desarrollo de toda empresa, las personas.